TRECE CONSEJOS PARA MANTENER EL FRÍO A RAYA EN CASA SIN ARRUINARTE
Unos sencillos hábitos y algunos trucos permiten sacar mayor provecho a la calefacción y minimizar el ‘sablazo’ de la factura.
Reportaje publicado el 26/10/2018 en www.elcorreo.com con información facilitada por EKA/ACUV.
Después de un parón de muchos meses, este fin de semana -quizá hoy mismo- las calefacciones de la mayoría de los vascos van a volver a la actividad. El frío llega esta tarde de forma inequívoca, lo que zanjará las dudas sobre la conveniencia de sacar la ropa de invierno de los altillos. Además, el desplome de temperaturas previsto, con posibilidad de nieve y granizo en puntos muy concretos, anuncia que ha llegado la hora de empezar a calentar la casa para no pasar frío. Sea cual sea el sistema que tenga para caldear su hogar, este año, el acto de encender la calefacción va a ir acompañado de un poco de miedo debido a la subida del precio de la electricidad y el gas, las dos opciones mayoritarias entre los ciudadanos.
«Las energías están caras y existe una situación de pobreza energética que afecta a mucha gente. Por ejemplo, los pensionistas, que se han convertido en un nuevo agente social de movilización, quizá más que los propios sindicatos, se están involucrando mucho en la lucha contra este problema. Los pensionistas de Bizkaia aseguran que un 50% del colectivo, los que tienen las pensiones más bajas, por debajo del umbral de la pobreza, están entre los principales afectados», explica José Luis Segura, responsable de comunicación de la Asociación de Personas Consumidoras y Usuarias de Euskadi, EKA-ACUV.
Según admite, la inquietud por las facturas venideras -con un horizonte de muchos meses de frío por delante- quita el sueño a mucha gente que tiene que hacer números para llegar a final de mes: «Según un estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales, en España hay cinco millones de personas que no pueden permitirse poner la calefacción o usarla tanto como quisieran». Segura adelanta algunas de esas cuentas: «El precio del gas para los meses de octubre, noviembre y diciembre sube un 8,4%. Teniendo en cuenta que, por ejemplo, un hogar de cuatro personas tiene una factura media anual de 632 euros, el incremento va a ser importante». Los que calientan la casa con electricidad también pueden acusar un año de escaladas de esta fuente de energía, con cotas, al finalizar el verano, que no se veían desde principios de 2017 y que eran un 35% más altas que a principios de año. De confirmarse las previsiones, 2018 sería el segundo año con el precio medio del mercado eléctrico más caro desde 1998, tan sólo por detrás de 2008.
Con este panorama, el acto mecánico de encender la calefacción -que tiene algo de solemne, porque es como la ‘inauguración’ doméstica del invierno- va a requerir de una reflexión previa. ¿Realmente hace falta tirar tanto de ella? ¿Qué se puede hacer para reducir el ‘sablazo’ sin meterse en obras ni gastar más dinero? Hay algunos hábitos y trucos que permiten calentar la casa mejor y con menos dinero, todos ellos pensados para no desperdiciar una energía que está por las nubes. Algunos estudios coinciden en afirmar que podríamos ahorrarnos más del 25% del gasto anual tomando medidas para evitar que el calor -y, con él, nuestros euros- se esfume de casa. Estas son algunas de ellas:
1. El termostato, bajo control. Algunas publicidades de compañías energéticas muestran la imagen de personas en paños menores por su casoplón, admirando el paisaje invernal desde unas enormes cristaleras… Algo que puede parecer muy sugerente, pero que no es ecológico ni mucho menos económico. «La temperatura de confort es de 20 a 21 grados, no más. Mucha gente tiene la casa a temperaturas muy superiores para ir en camiseta todo el año y eso se va a reflejar en la factura. Cada grado que subes el termostato, pagas de un 5 a un 7% más», recuerda Segura. Así que es mejor abrigarse con ropa más gruesa o ponerse una mantita en el sofá y no tener un microclima tropical todo el año en casa a costa de nuestra cartera.
2. Menos días, menos horas, menos euros. A la hora de ‘ajustar’, no sólo hay que vigilar los grados. «También hay que tener en cuenta que la necesidad de calor no es constante a lo largo de todos los meses ni a lo largo del día», apunta. Vamos, que no hay que poner el piloto automático y encender la calefacción por sistema en cuanto empieza el frío. Quizá haya jornadas en las que no haga falta. Y, sobre todo, hay que apagar la calefacción si estas fuera de casa muchas horas al día. Está muy extendido el mito de que, si apagas la calefacción, luego gastará mucho a la hora de ponerse en marcha… y no es exactamente así: «Es cierto que la mayoría de los aparatos están diseñados para funcionar permanentemente, como los frigoríficos, no apagándose y encendiéndose. Pero en el caso de las calefacciones… Si vas a estar fuera de casa un par de horas, es mejor no apagarla y dejarla en 15 grados, que es la posición ‘económica’. Pero, si trabajas y estás buena parte del día fuera, pues sí, mejor apagar, porque compensa. En estos casos, si no quieres encontrarte la casa fría, hazte con un temporizador que la ponga en marcha algo antes de que llegues», aconseja el experto.
3. Habitación por habitación. No todas las habitaciones de la casa se usan lo mismo ni tienen las mismas necesidades. La cocina, por ejemplo, cuenta con sus propias fuentes de calor que hacen prácticamente innecesario tener calefacción. También hay algunos huecos de la casa en los que no hay nadie buena parte del día -generalmente, dormitorios-, por lo que se puede ahorrar calentándolos un poco antes de irse a dormir. En realidad, la sala de estar, que es la estancia más usada, es el único lugar donde está justificado tener la calefacción puesta muchas horas.
4. De noche, a poder ser, sin calefacción. Para dormir, la temperatura de confort es de 16 o 17 grados. En la cornisa cantábrica, si la casa se mantiene bien cerrada y no hay un temporal de frío extremo, el termómetro de las casas no suele bajar mucho más por la noche, así que la mayoría de las veces la calefacción nocturna es prescindible. Si hace mucho frío, bajar la temperatura a 16 grados supone ahorrar un 13% respecto a mantenerla a 20.
5. Para ventilar, bastan 10 minutos. Por la mañana es suficiente con abrir la ventana diez minutos para que se renueve el aire. Si las ventanas permanecen abiertas más tiempo, la pérdida de calor requerirá gastar mucha más energía para volver a caldear la casa, recuerda el experto. Es decir, tiramos dinero.
6. Cierra las puertas. El calor se ‘escapa’. Por eso, para que una casa permanezca calentita gastando lo mínimo, es necesario cerrar las puertas de las habitaciones. Si no, se acabará diluyendo.
7. Los radiadores, sin nada cerca. Nuestros criterios estéticos son a veces incompatibles con nuestras ganas de ahorrar. Mucha gente coloca muebles o estanterías sobre los radiadores, que ciertamente no suelen ser muy bonitos. Así los camuflan un poco. Error. «El aire caliente pesa menos que el frío y va hacia arriba. Por eso, si colocamos algo encima, dificultamos que el calor se expanda correctamente», dice Segura. Esto incluye la ropa mojada que solemos secar justo sobre los radiadores, claro. «Se puede poner, pero a una distancia prudencial», añade.
8. Las persianas y las cortinas… no sólo para el verano. Si en verano bajamos persianas y echamos las cortinas para que la casa esté fresquita… ¿por qué en invierno nos olvidamos de ellas? «De día hay que subir las persianas a tope y retirar cortinas para que entre la luz, que caldea aunque no haga sol, porque es energía –explica–. Y de noche, por el contrario, es aconsejable bajar las persianas y correr las cortinas para que el calor acumulado durante el día no se escape». Las paredes que dan al exterior y los cristales están mucho más fríos que el resto de la casa, de ahí que mejor ‘taparlos’.
9. Ojo con la caja de la persiana. Si la vivienda dispone de buenas ventanas -con doble cristal, rotura de puente térmico- y está bien aislada, la pérdida de calor se reduce un 50%. Si no es así y no nos podemos permitir hacer reformas, hay algunos ‘arreglillos’ que podemos hacer para evitar que la fuga de calor nos estruje la economía doméstica. Los expertos aconsejan instalar burletes en puertas y ventanas -en cualquier ferretería los venden- para que cierren mejor. Así se evitan corrientes y filtraciones. También se pueden tapar con masilla o silicona las posibles rendijas de las ventanas. «Para saber por dónde se va el calor, basta con poner la llama de un mechero o una vela cerca del marco y ver dónde se mueve», indica Segura. Uno de los sitios por donde se suele escapar mucho calor es por la caja de las persianas. Mucha gente, aunque tenga ventanas de buena calidad, descuida este lugar de la vivienda, que es un coladero para el frío. Por eso, es recomendable echarles un vistazo para comprobar que encajan bien.
10. Revisión de calderas y radiadores. Los radiadores de la calefacción de gas hay que purgarlos cada dos años y los eléctricos, mantenerlos limpios y sin polvo. Las calderas también deben ser sometidas a mantenimiento porque a veces no funcionan correctamente, lo que supone gastar más para calentar menos.
11. Aislante tras los radiadores. Para que el calor de los radiadores -sobre todo, los colocados en paredes que dan al exterior- se quede en la estancia, es aconsejable colocar tras el aparato un material aislante reflector.
12. Paredes ‘forradas’. Además del uso de cortinas -si son gruesas o de un material como la lana, mejor-, para que el frío no entre en casa es muy útil tener las paredes cubiertas, sobre todo con estanterías que contengan libros, ya que el papel es un gran aislante térmico. Cuadros, armarios y hasta pósteres ayudan a guardar el calor. En el suelo, tener una alfombra gruesa también ayuda, lo mismo que decorar la casa con colores oscuros, que absorben más el calor.
13. Un poco de corcho. Si tienes alguna pared por la que entre mucho frío, hay algunas soluciones decorativas que te pueden ayudar. Una de ellas es colocar un panel de corcho, material muy útil que, además, puede servir para dar un toque original al hogar. También es una excelente opción para revestir esos armarios o despensas que parecen auténticos frigoríficos.